Friday, May 1, 2015

Los enfermos en la pastoral parroquial, por el P. Javier Sánchez Martinez

"Estuve enfermo y me visitasteis".

Siguiendo lo que vemos en Cristo y su palabra sobre acompañar a los enfermos, la Iglesia atendió a los enfermos, los consoló, los ayudó, incluso creó instituciones sanitarias y benéficas cuando nada de esto existía. ¡Hagamos memoria histórica de la caridad en la Iglesia!

Los enfermos forman parte de la comunidad cristiana, son sus miembros dolientes, aunque estén en casa y no se puedan desplazar.

Son realmente pobres, porque carecen de la salud. Una parroquia jamás los puede olvidar y uno de sus pilares en la acción pastoral es "la pastoral de enfermos".

"Aquí podemos ver toda la importancia de la pastoral de los enfermos, cuyo valor es verdaderamente incalculable por el bien inmenso que hace, en primer lugar al enfermo y al sacerdote mismo, pero también a los familiares, a los conocidos, a la comunidad y, por caminos desconocidos y misteriosos, a toda la Iglesia y al mundo" (Benedicto XVI, Hom. en la XVIII Jornada Mundial del Enfermo, 11-febrero-2010).

La pastoral de enfermos nace de la cáritas (ágape) cristiano. Es tarea difícil porque difícil es encontrarse ante el sufrimiento; es pesada, de domicilio en domicilio, escuchando casi lo mismo (el cuadro médico, las últimas dolencias, historias que se repiten sin acordarse que ya lo contaron)... Es tarea que pasa desapercibida y en nada luce: no es un proyecto misionero, ni una reunión de Cáritas, ni una convivencia juvenil, cosas éstas que parecen más "pastorales" y evangelizadoras. Más aún, quienes suelen tener más en la boca la palabra "pobres" y "opción por los pobres", normalmente desatienden estas realidades o no le dan la suficiente importancia porque la ven como "sacramentalismo".

Sin embargo, la pastoral de enfermos surge por el dinamismo de la caridad cristiana y del mandato del Señor:

- acompañamos al enfermo en la soledad de la enfermedad
- ofrecemos una Palabra divina que ilumine su situación
- hacemos presente a la Iglesia con delicadeza
- rezamos juntos

y esto ayuda al enfermo con una fe débil porque se vuelve a encontrar con el Señor o con una fe fuerte, en cuyo caso, le llevamos a Cristo y los beneficiarios somos nosotros mismos, que quedamos edificados por la fe y visión sobrenatural del enfermo; y esto ayuda a la familia, con una presencia serena de la Iglesia, que anima, y puede ser determinante para que la familia del enfermo sea evangelizada y vuelva a la Iglesia.

La pastoral de los enfermos es, en sentido amplio, evangelizadora, aunque no se dirija a muchedumbres, sino a un enfermo y su ámbito familiar.

Debemos cuidar mucho la pastoral de enfermos en las parroquias, dedicarle el tiempo necesario, la oración imprescindible para este ministerio de consolación.

Fuente: religionenlibertad.com

Las 5 cosas que más lamenta la gente en su lecho de muerte: lo cuenta una enfermera

Al repasar nuestra vida, lamentamos no habernos centrado más en las personas, y menos en las cosas, trabajos y apariencias

Bonnie Ware es una enfermera y escritora australiana que pasó varios años de su vida cuidando a enfermos terminales. Recientemente escribió un libro titulado «El top cinco de las cosas que lamentan las personas en su lecho de muerte».

Se trata de las memorias de su vida y cómo ésta fue transformada a través de los arrepentimientos de los enfermos terminales que cuidó.

«Durante muchos años he trabajado en cuidados paliativos. Mis pacientes eran los que habían ido a casa a morir. Algunos momentos increíblemente especiales fueron compartidos. Estuve con ellos durante los últimos tres a doce semanas de sus vidas», explica Bonnie Ware.

«La gente madura mucho cuando se enfrentan a su propia mortalidad. Aprendí a nunca subestimar la capacidad de una persona para crecer. Algunos cambios fueron fenomenales. Cada uno de ellos experimentó una variedad de emociones, como es de esperarse, la negación, el miedo, el enojo, remordimiento, más negación y finalmente la aceptación. Sin embargo, cada paciente encontró su paz antes de partir, cada uno de ellos», revela Bonnie Ware.

Cuando se le preguntó acerca de los deseos y arrepentimientos que las personas tenían en el momento de su muerte, ella reveló en su blog los más comunes y los que más le impactaron:

1. Ojalá hubiera tenido el coraje de vivir una vida fiel a mí mismo, no la vida que otros esperaban de mí

Este fue el lamento más común de todos. Cuando las personas se dan cuenta de que su vida está a punto de terminar y miran hacia atrás con claridad, es fácil ver cuántos sueños no se han cumplido. La mayoría de la gente no había cumplido aún la mitad de sus sueños y tenía que morir sabiendo que era debido a las elecciones que habían hecho, o que no hicieron.

2. Ojalá no hubiera trabajado tan duro

«Esto salió de cada paciente de sexo masculino que cuidé», relata la enfermera. Se perdieron la juventud de sus hijos y la compañía de su pareja. Las mujeres también hablaron de este pesar. Pero como la mayoría eran de una generación anterior, muchos de los pacientes de sexo femenino no habían sido el sostén económico de su familia. «Todos los hombres que cuidé lamentaron profundamente el haber gastado tanto sus vidas en una existencia de trabajo».

3. Ojalá hubiera tenido el coraje para expresar mis sentimientos

Muchas personas suprimieron sus sentimientos con el fin de mantener la paz con los demás. Como resultado, se conformaron con una existencia mediocre y nunca llegaron a ser lo que eran realmente capaces de llegar a ser. Muchas enfermedades se desarrollan como un resultado relacionado con la amargura y el resentimiento que cargan.

4. Me hubiera gustado haber estado en contacto con mis amigos

A menudo no se dan cuenta realmente de los beneficios de los viejos amigos hasta después de semanas de convalecencia, y no siempre fue posible localizarlos. Muchos de ellos habían llegado a estar tan atrapados en sus propias vidas que habían dejado que amistades de oro se desvanecieran por el paso de los años. Pese a los lamentos profundos acerca de no dar a las amistades el tiempo y el esfuerzo que se merecían.

5. Me hubiese gustado permitirme a mí mismo ser más feliz

«Esta es una sorprendentemente común. Muchos no se dieron cuenta hasta el final, que la felicidad es una elección. Se habían quedado atrapados en patrones y hábitos antiguos. El miedo al cambio les había hecho vivir fingiendo a los demás, y a ellos mismos, que estaban contentos. Cuando muy adentro, anhelaban reír de verdad y tener esa alegría en su vida de nuevo».

Fuente: religionenlibertad.com

Thursday, February 26, 2015

Enfermo con 19 años, ha puesto a rezar a muchos: «Que por mi enfermedad la gente se acerque a Dios»

“Por cierto, que hoy llevo ya un mes viviendo en la Suite y el Resort este no está nada mal, pero habrá que dejarse de vacaciones y currar…”.


Éste es uno de los tuits que Jorge Ribera escribió desde su habitación del hospital La Fe de Valencia tras su trasplante de médula. Un tuit que hace ver cómo es Jorge: un joven alegre y bromista.

Tiene 19 años y está en tratamiento de una leucemia linfoblástica aguda. Una enfermedad que se le diagnosticó en 2010 y de la que pensaba que estaba ya curado hasta que ha vuelto a aparecer. Tras la quimioterapia le han hecho un trasplante de médula que le ha donado su hermano. Después de la operación estuvo un mes aislado en el hospital y ahora se recupera en casa.

Para Jorge su fe ha sido fundamental para afrontar esta situación. Cuando habla de Dios se nota que lo tiene cerca y que sabe que la oración tiene sus frutos. Es agregado del Opus Dei y participa en la actividades de la asociación juvenil Dardo. Allí es monitor los fines de semana con los niños, a los que ayuda en su formación cristiana.

Tiene dos hermanos y este año iba a comenzar a cursar el doble grado de Educación Primaria y Pedagogía en la Universidad Católica de Valencia. Por ahora está haciendo solo la primera carrera y de forma online debido a la enfermedad.

- ¿Qué es lo primero que se te vino a la cabeza cuando supiste que estabas enfermo?
- No recuerdo la sensación que tuve la primera vez, pero esta última tuve una sensación extraña porque después de cuatro años no esperaba que se volviese a producir. Al principio fue duro y no lo entendía pero enseguida caí en la cuenta de que me tocaba volver a luchar y seguir adelante. Sé que se pasa, así que toca luchar por última vez.

- ¿Cómo lo estás viviendo? ¿Qué es lo que más te ayuda?
- Muy bien. Me ayuda a rezar más y cuando lo aceptas este tipo de cosas te hacen crecer y, sobre todo, te das cuenta de la cantidad de gente que se pone a rezar. Están atentos a cómo te va todo, sean creyentes o no, y eso es una pasada. La ayuda de mi familia y la enorme cantidad de amigos y gente que me quiere lo hace mucho más fácil.

- ¿Es posible mantener la fe ante la enfermedad? ¿Te ayuda estar en la Iglesia?
- Por puesto que es posible. Si lo aceptas, rezas más y estás mucho más cerca de Dios. Y es que Dios no es un ente extraño que está ahí viendo lo que hacemos y ya. ¡Qué va! Dios es nuestro padre y cualquier padre se vería afectado si su hijo estuviera pasando por una situación como esta. Así que le pido ayuda y consuelo.

- ¿Cómo te ha ayudado la Iglesia?
- Me he sentido muy ayudado por la Iglesia. Los sacerdotes han estado ahí para poder confesarme y comulgar y, además, me consta que religiosas y religiosos están rezando por mí. También amigos, conocidos e incluso gente que no conozco de nada pero que les ha llegado mi caso me mandan ánimos y me encomiendan.

A través de Internet Jorge envía fotos y comentarios con humor desde su "resort", recibe ánimos y ora por otros enfermos

- ¿Por qué es importante la oración? ¿Has visto frutos en tu vida gracias a ella?
- Es importante porque creo que va a repercutir en mi curación, sea como sea. No entiendo cómo funcionan las cosas ahí arriba, pero sí. Además me encantaría que por mi situación la gente se acercara a Dios y viese que no es algo horrendo como se pinta por la calle sino que es genial.

»He visto muchos frutos. Por ejemplo, durante todo el tratamiento todo ha ido bien. Al principio iban a ser tres ciclos de quimioterapia y al final se ha quedado en uno y no ha habido ninguna complicación seria, que suele haberlas. Además estoy viendo cómo mucha gente y amigos que hacía mucho que no practicaban nada están rezando o al menos han tenido un cambio en su vida. Y esto son solo unos ejemplos.

- ¿Cómo has vivido el estar aislado?
- Pues depende de cómo estés físicamente. Si estás hecho polvo, como los primeros días, duermes casi todo el día y pasa rápido. Lo más duro es cuando ya te ves con fuerzas para poder irte pero aún no puedes. Esos días se te hacen más largos. Lo más importante es vivir día a día sin mirar a largo plazo los días que quedan. Cuando se pueda salir, saldrás, y cuando se tenga que acabar una complicación, se acabará. Lo más importante es luchar por pasar el momento en el que estás de la forma más alegre y digna posible.

- ¿Qué importancia adquiere la familia?
- Es de vital importancia. Ellos son el apoyo más cercano y son súper necesarios cuando estás de bajón. Es duro verles sufrir contigo pero sabes que están dispuestos a lo que haga falta y que te quieren como a nada el mundo. Eso ayuda a seguir luchando a pesar de lo que venga.

- ¿Qué le dirías al joven que ve la Iglesia como algo antiguo y que no va con ellos?
- El que dice eso es que no la conoce bien. No es un sitio donde los ancianos van los domingos a pasar el rato. Es mucho más que un sitio. Estar en la Iglesia no te encierra ni te esclaviza porque Dios nos ha dado la libertad. Puedes ser cristiano yéndote a tomar unas cañas con los amigos e incluso hablarles de Dios.

Tuits desde «el Resort»

La historia de Jorge es difícil de resumir en 140 caracteres, los que ocupa un tuit. Sin embargo, ha sido esta red social la que él ha elegido para contar su día a día. Un amigo se lo propuso, así que tras la operación y desde su habitación del hospital La Fe, contó cómo evolucionó a lo largo del mes de aislamiento. Y todo con un gran sentido del humor, como se ve en el nombre escogido para su cuenta: @SuiteDelResort.

La idea nació para que sus amigos y conocidos supieran cómo estaba sin necesidad de mandar un mensaje a cada uno. Pero poco a poco le fue siguiendo más gente de la que se esperaba: «Es genial y hay mucha gente que me apoya», cuenta. Además también le ha permitido conocer a otras personas que lo están pasando mal y así rezar unos por otros. Y es que como él indica «no hemos de tener miedo a pedir ayuda, hay momentos que nos superan y para eso están los amigos y, sobre todo, Dios».

¿Y el sentido del humor? Como él mismo indica es fundamental «para no ir al lado contrario». «Es mucho más fácil para ti y para la gente que tienes a tu alrededor y, además, cuando esto pase es mejor que quede como una anécdota graciosa que como una triste», resume.

Fuente: religionenlibertad.com

Wednesday, February 11, 2015

Jornada Mundial del Enfermo, por Lola González Giraldos


“El tiempo que se pasa junto al enfermo es un tiempo santo”, ha dicho el Papa Francisco en su mensaje para los enfermos y aquellas personas que los atienden.

El 11 de febrero la Iglesia celebra la XXIII Jornada Mundial del Enfermo. En este año, esta jornada instituida por San Juan Pablo II tendrá el lema “Yo era los ojos del ciego, los pies del cojo” (Job 29,15). Con motivo de esta celebración, el Papa ha querido resaltar la gran mentira que se esconde tras la creencia de que aquellos que no disfrutan de una cierta “calidad de vida” y que sufren por la enfermedad, no poseen una vida digna de ser vivida.

El Papa Francisco ha dirigido un mensaje especial en el día dedicado a los sufren a causa de la enfermedad. Un mensaje basado en la “sabiduría del corazón”, aquella que hace que los hombres puedan abrirse al sufrimiento de los demás en actitud de servicio. El hombre manifiesta su  talla moral, asegura el Papa, “en el servicio al pobre que pide ayuda, así como también en el ocuparse del huérfano y de la viuda”.

Estos hombres justos que saben cuidar de los enfermos son para Francisco los profesionales y voluntarios del ámbito sanitario: médicos, enfermeros y tantas personas que dedican su tiempo y esfuerzo a aliviar el sufrimiento físico y muchas veces también espiritual. Sin embargo, aunque se trata de una tarea profundamente noble, el Papa reconoce que puede llegar a ser tediosa y difícil y por ello ha animado a los profesionales de la salud a que no olviden que “el tiempo que se pasa junto al enfermo es un tiempo santo”.

En su mensaje, el Santo Padre también ha recordado que los enfermos están “unidos a la carne de Cristo sufriente” y que en ellos se reconoce especialmente la imagen de Dios. Es por esta razón, por la que pasar tiempo al lado de un enfermo tiene un valor especial que los hombres hoy en día hemos olvidado “apremiados por la prisa, por el frenesí del hacer, del producir”. Nos hemos olvidado de la gratuidad y de lo que significa hacerse cargo del otro.

A continuación, el mensaje del Papa Francisco para la XXIII Jornada Mundial del Enfermo:

Queridos hermanos y hermanas:

Con ocasión de la XXIII Jornada Mundial de Enfermo, instituida por san Juan Pablo II, me dirijo a vosotros que lleváis el peso de la enfermedad y de diferentes modos estáis unidos a la carne de Cristo sufriente; así como también a vosotros, profesionales y voluntarios en el ámbito sanitario.

El tema de este año nos invita a meditar una expresión del Libro de Job: «Era yo los ojos del ciego y del cojo los pies» (29,15). Quisiera hacerlo en la perspectiva de la sapientia cordis, la sabiduría del corazón.

1. Esta sabiduría no es un conocimiento teórico, abstracto, fruto de razonamientos. Antes bien, como la describe Santiago en su Carta, es «pura, además pacífica, complaciente, dócil, llena de compasión y buenos frutos, imparcial, sin hipocresía» (3,17). Por tanto, es una actitud infundida por el Espíritu Santo en la mente y en el corazón de quien sabe abrirse al sufrimiento de los hermanos y reconoce en ellos la imagen de Dios. De manera que, hagamos nuestra la invocación del Salmo: «¡A contar nuestros días enséñanos / para que entre la sabiduría en nuestro corazón!» (Sal 90,12). En esta sapientia cordis, que es don de Dios, podemos resumir los frutos de la Jornada Mundial del Enfermo.

2. Sabiduría del corazón es servir al hermano. En el discurso de Job que contiene las palabras «Era yo los ojos del ciego y del cojo los pies», se pone en evidencia la dimensión de servicio a los necesitados de parte de este hombre justo, que goza de cierta autoridad y tiene un puesto de relieve entre los ancianos de la ciudad. Su talla moral se manifiesta en el servicio al pobre que pide ayuda, así como también en el ocuparse del huérfano y de la viuda (vv.12-13).

Cuántos cristianos dan testimonio también hoy, no con las palabras, sino con su vida radicada en una fe genuina, y son «ojos del ciego» y «del cojo los pies». Personas que están junto a los enfermos  que tienen necesidad de una asistencia continuada, de una ayuda para lavarse, para vestirse, para alimentarse. Este servicio, especialmente cuando se prolonga en el tiempo, se puede volver fatigoso y pesado. Es relativamente fácil servir por algunos días, pero es difícil cuidar de una persona durante meses o incluso durante años, incluso cuando ella ya no es capaz de agradecer. Y, sin embargo, ¡qué gran camino de santificación es éste! En esos momentos se puede contar de modo particular con la cercanía del Señor, y se es también un apoyo especial para la misión de la Iglesia.

3. Sabiduría del corazón es estar con el hermano. El tiempo que se pasa junto al enfermo es un tiempo santo. Es alabanza a Dios, que nos conforma a la imagen de su Hijo, el cual «no ha venido para ser servido, sino para servir y a dar su vida como rescate por muchos» (Mt 20,28). Jesús mismo ha dicho: «Yo estoy en medio de vosotros como el que sirve» (Lc 22,27).

Pidamos con fe viva al Espíritu Santo que nos otorgue la gracia de comprender el valor del acompañamiento, con frecuencia silencioso, que nos lleva a dedicar tiempo a estas hermanas y a estos hermanos que, gracias a nuestra cercanía y a nuestro afecto, se sienten más amados y consolados. En cambio, qué gran mentira se esconde tras ciertas expresiones que insisten mucho en la «calidad de vida», para inducir a creer que las vidas gravemente afligidas por enfermedades no serían dignas de ser vividas.

4. Sabiduría del corazón es salir de sí hacia el hermano. A veces nuestro mundo olvida el valor especial del tiempo empleado junto a la cama del enfermo, porque estamos apremiados por la prisa, por el frenesí del hacer, del producir, y nos olvidamos de la dimensión de la gratuidad, del ocuparse, del hacerse cargo del otro. En el fondo, detrás de esta actitud hay frecuencia una fe tibia, que ha olvidado aquella palabra del Señor, que dice: «A mí me lo hicisteis» (Mt 25,40).

Por esto, quisiera recordar una vez más «la absoluta prioridad de la “salida de sí hacia el otro” como uno de los mandamientos principales que fundan toda norma moral y como el signo más claro para discernir acerca del camino de crecimiento espiritual como respuesta a la donación absolutamente gratuita de Dios» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 179). De la misma naturaleza misionera de la Iglesia brotan «la caridad efectiva con el prójimo, la compasión que comprende, asiste y promueve» (ibíd.).

5. Sabiduría del corazón es ser solidarios con el hermano sin juzgarlo. La caridad tiene necesidad de tiempo. Tiempo para curar a los enfermos y tiempo para visitarles. Tiempo para estar junto a ellos, como hicieron los amigos de Job: «Luego se sentaron en el suelo junto a él, durante siete días y siete noches. Y ninguno le dijo una palabra, porque veían que el dolor era muy grande» (Jb2,13). Pero los amigos de Job escondían dentro de sí un juicio negativo sobre él: pensaban que su desventura era el castigo de Dios por una culpa suya. La caridad verdadera, en cambio, es participación que no juzga, que no pretende convertir al otro; es libre de aquella falsa humildad que en el fondo busca la aprobación y se complace del bien hecho.

La experiencia de Job encuentra su respuesta auténtica sólo en la Cruz de Jesús, acto supremo de solidaridad de Dios con nosotros, totalmente gratuito, totalmente misericordioso. Y esta respuesta de amor al drama del dolor humano, especialmente del dolor inocente, permanece para siempre impregnada en el cuerpo de Cristo resucitado, en sus llagas gloriosas, que son escándalo para la fe pero también son verificación de la fe (Cf. Homilía con ocasión de la canonización de Juan XXIII y Juan Pablo II, 27 de abril de 2014).

También cuando la enfermedad, la soledad y la incapacidad predominan sobre nuestra vida de donación, la experiencia del dolor puede ser lugar privilegiado de la transmisión de la gracia y fuente para lograr y reforzar la sapientia cordis. Se comprende así cómo Job, al final de su experiencia, dirigiéndose a Dios puede afirmar: «Yo te conocía sólo de oídas, mas ahora te han visto mis ojos» (42,5). De igual modo, las personas sumidas en el misterio del sufrimiento y del dolor, acogido en la fe, pueden volverse testigos vivientes de una fe que permite habitar el mismo sufrimiento, aunque con su inteligencia el hombre no sea capaz de comprenderlo hasta el fondo.

6. Confío esta Jornada Mundial del Enfermo a la protección materna de María, que ha acogido en su seno y ha generado la Sabiduría encarnada, Jesucristo, nuestro Señor.

Oh María, Sede de la Sabiduría, intercede, como Madre nuestra por todos los enfermos y los que se ocupan de ellos. Haz que en el servicio al prójimo que sufre y a través de la misma experiencia del dolor, podamos acoger y hacer crecer en nosotros la verdadera sabiduría del corazón.

Acompaño esta súplica por todos vosotros con la Bendición Apostólica.

Fuente: infovaticana.com